lunes, 15 de abril de 2013

Nada es para siempre

Acabo de romper una amistad que duró 15 años.

La vida está llena de cosas dolorosas, pero pocas cosas duelen más que alguien que se dijo tu amigo, después de tantas cosas compartidas, un buen día decide que vos estás de más.

Yo participo en el coro de mi parroquia desde los 12 años, aunque concurro desde los 10. He tenido alguna que otra diferencia con los integrantes que han ido rotando con el paso de los años, pero nunca tuve un gran problema. Hasta el día de hoy, que un integrante del coro, que actualmente se cree "el dueño de la pelota" por haber empezado a estudiar música, no me dejó participar del coro porque hoy había muchas voces ya (era una misa especial, ok, pero yo las canciones las sabía, además podrían haberme avisado y así ahorrarme el mal rato).

Indignante. En el coro de la misa de los sábados, jamás de los jamases me negaron un lugarcito, ni siquiera en esas ocasiones en las que son un batallón. Y eso que con ese grupo participé menos veces. Con este otro participo siempre, o casi siempre, y no es justo que me salgan con esa.

El tipo se habrá pensado "esta ahora es cantante profesional, qué le va a afectar no cantar en el coro", pero sí me afecta, porque hace muchos años que participo, porque esa determinación vino de alguien con quien llevaba 15 años de amistad y que se supone debería saber que eso me iba a caer como un balde de agua fría, por no mencionar que las canciones que cantaron hoy, tienen una carga emocional extra para mí ya que eran las que cantaba en las misas de la capilla de mi colegio.

Yo no pienso volver a participar de ese coro. No pienso aguantarle rayes a nadie ni dejarme pisotear. Si mi participación es importante, que me valoren, y si no, chau chau adiós y arréglense como puedan.

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